“Un préstamo forzoso” y “El nudo de ahorcar” son dos pasajes del libro segundo titulado Justicia Revolucionaria de la segunda parte del la novela El Águila y la Serpiente de Martín Luis Guzmán, que sirven para ejemplificar ampliamente lo que está sucediendo con las muertes de hombres jóvenes de estrato social y cultural modesto, a lo largo de todo el país, cuya responsabilidad recae en los policías estatales y municipales, como ha ocurrido en Jalisco con el caso de Giovanni López, de treinta años, dedicado al oficio de la albañilería; en Oaxaca el caso del jovencito de dieciséis años que se caracterizaba por su gran habilidad para jugar foot ball; otro caso más es el de Alexander Martínez de dieciséis años, quien el 9 de junio fue sometido por la policía de Ensenada, Baja California Sur, mientras estaba en la vía pública vendiendo matamoscas, sólo por no guardar el distanciamiento físico que requiere la convivencia social en este momento de emergencia sanitaria nacional. Afortunadamente en este último caso el uso de la fuerza policial -que utilizó las mismas técnicas de sometimiento que usaron los policías de Minneápolis en el caso de George Floyd- no dejó una muerte más.
Estos hechos no son nuevos en nuestro país, ni en el continente americano ni en el mundo. La policía y el ejército han sido en México , los principales victimarios de la población desde hace tiempo. Actualmente, en las entidades federativas y en los municipios están padeciendo la agresión de la policía estatal y municipal. Las agresiones más recientes que se han difundido profusamente en los medios convencionales de comunicación, se han presentado en los estados gobernados por el PRI (Partido Revolucionario Institucional), el PAN (Partido Acción Nacional) y MC (Partido Movimiento Ciudadano) y me pregunto ¿qué órgano público es el encargado de manejar a la policía municipal? Y la respuesta es el municipio (art. 115º constitucional, fracc. III relativa a las funciones y servicios públicos de los municipios, inciso h) el que a su vez debe coordinarse con el gobierno del estado al que pertenece para administrar el municipio, incluyendo las funciones de seguridad pública.
Vayamos a la obra de Martín Luis Guzmán. En el capítulo Un préstamo forzoso el autor narra que una vez que ha renunciado Victoriano Huerta a la presidencia de la república y que Venustiano Carranza se ha instalado en la capital en calidad de presidente interino, él se dirige a la Ciudad para buscar un encuentro entre Francisco Villa y Carranza. En su trayecto conoce al coronel Ornelas, jefe del estado mayor de un general constitucionalista que se encontraba operando en el centro de la república.
El coronel Ornelas narró que una vez que entró la tropa de su general a una población del centro del país, después de expulsar al ejército federal, se habían quedado sin fondos para mantener a la tropa. La solución del general fue la siguiente: “solicitar” un “préstamo forzoso” a las personas más ricas de la población, a cambio se les entregaría una suerte de pagaré con el compromiso de que una vez que triunfara la Revolución, se les devolvería el dinero íntegro. “La posesión de este pueblecito nos sacará de pobres por algunos días. Aquí vamos a poner en obra un plan infalible para los préstamos forzosos de gran envergadura, un plan que rinde las más altas voluntades” (Guzmán, 1991, p. 258)
En seguida el general dio la lista al coronel, “Estos son los nombres de los cinco vecinos más ricos del lugar: unos tienen tierras y otros tierras y tienda, pero todos son “científicos”, huertistas, reaccionarios. ¡Que se presenten inmediatamente en este cuartel, so pena de ser fusilados por su comercio con el enemigo!” (Guzmán, 1991, p. 259).
El general entregó cinco nombres al coronel para que se avocara a encontrar a los vecinos. Encabezaba la lista un hombre pobre que “no poseía absolutamente nada” referido así por el pueblo y por sí mismo, de nombre Carlos Valdés, por lo que pensó el coronel que se trataba de un error del general. A pesar de la información recabada, Ornelas buscó y encontró a Carlos Valdés y lo presentó ante el general junto con los otros “acreedores”.
Una vez que “los acreedores” se encontraron frente al general, les dirigió las siguientes palabras:
- Los saludo a ustedes señores por más que no me allane a estrecharles la mano; ustedes son unos traidores, unos cobardes, unos ciudadanos perversos, enemigos del pueblo y de sus instituciones libres, en tanto que yo…yo soy un digno representante del valeroso Ejército Revolucionario… (Guzmán, 1991, p. 261).
Por supuesto los presentes intentaron defenderse. Respondieron a las acusaciones del general, sin embargo, la respuesta del general fue mandarlos callar. Posterior a esto, mencionó el nombre de cada uno, el monto y el plazo para entregar el dinero. El primero de los “invitados a prestar dinero”, Carlos Valdés, hizo saber al general que no poseía nada, que no desperdiciara el tiempo porque ni aún queriendo, podría aportar algo, que mejor lo ejecutara al instante.
La respuesta del general fue:
- Señor don Carlos Valdés: las fuerzas de mi mando le conceden a usted un plazo de doce horas a partir de este instante… para que entregue en la caja de mi brigada cinco mil pesos. De no llenar este requisito, será usted ahorcado, sin nuevo trámite de ninguna especie, mañana a las siete y cuarenta y siete de la mañana. (Guzmán, 1991, p. 263).
En el capítulo El nudo de ahorcar el autor narra que el resto de “los acreedores” se escandalizó junto con todo el pueblo. A partir del anuncio del plazo y el monto a entregar, entraban y salían familiares para hablar con los presos. El coronel Ornelas volvió a hacer notar al general que Carlos Valdés no poseía nada, que era un error mandarlo a fusilar pues el coronel sabía que ese sería su destino al no entregar el dinero. El general respondió: “Tú … llegas nuevo a estas andanzas y luego caes en engaño. Ten por seguro que de los cinco sujetos que tenemos presos, el de más valor para nosotros es don Carlos Valdés. Ya lo verás”(Guzmán, 1991, p. 266).
A las siete de la mañana del día del plazo, el general fue informado de que ninguno de “los acreedores” habían llevado el dinero a la comisaría, por lo tanto el general mandó preparar la soga para colgar al primero de la lista. Tanto interés tenía el general en hacer cumplir la sentencia que con sus propias manos hizo el nudo de la cuerda.
A las siete con cuarenta minutos el general mandó llamar a Carlos Valdés. Cuando lo tuvo frente a sí volvió a preguntarle si entregaría el dinero solicitado, una vez más la respuesta fue negativa, entonces el general dispuso traer al resto de los cautivos para que presenciaran lo que estaba por ocurrir. A las siete con cuarenta siete minutos, Carlos Valdés fue ahorcado frente al resto de los presos que habían sido enfilados para presenciar la reprimenda ejemplar al mismo tiempo que esperaban su turno para correr la misma suerte.
Como es de suponerse, los demás presos gritaron de horror y se abrazaron para no contemplar el cuerpo que colgaba de un fresno, y antes de que se cumpliera el plazo, cada uno de “los acreedores” entregaron el dinero del “préstamo forzoso”.
“Poco después mirando mi general todo aquel dinero perfectamente contado y formado en montoncitos sobre su mesa de campaña me decía:
[al Coronel Ornelas]:
- Como ves, el procedimiento es infalible. Todos pagaron.
- Todos, sí, menos Valdés -repliqué.
- ¿Valdés? Por supuesto. Pero de ése ya sabía yo que no habría de pagar. No tenía ni en qué caerse muerto.
- ¡Pero…entonces!... ¿Por qué lo ahorcamos?
- ¿Por qué? ¡Qué bisoño eres! Ahorcándolo a él, era seguro que pagarían los demás…”
(Guzmán, 1991, p. 273).
El método que aquel general empleó, es infalible para aquellos que manejan a la policía de todo el país, y lo mismo ocurre en el resto del mundo.
El asesinato de los jóvenes, el de Jalisco y el de Oaxaca, que han ocurrido en las últimas semanas así como la tortura y la aprehensión del joven de Ensenada, Baja California resultan ser “inexplicables” porque carecen de justificación desde una perspectiva jurídica pero tiene una gran utilidad: humillar a la población de los estados pero ¿cuál es la razón? O ¿con qué objetivo?. Antes de responder a estas preguntas veamos las coincidencias de estos tres casos.
1.- De acuerdo a las declaraciones policiales en los tres casos la policía justifica su proceder diciendo que los jóvenes no respetaban la distancia social que se requiere en medio de la emergencia sanitaria causada por la enfermedad del coronavirus. En el caso de Giovanni López (Jalisco) incluso argumentaban los policías municipales al momento de su detención, que no traía cubrebocas. Cabe destacar que el gobierno federal no ha hecho de estas medidas más que recomendaciones y que en el caso de Jalisco, ha sido el gobernador quien ha dispuesto que estas medidas sean obligatorias: no salir de casa y el uso del cubrebocas en la vía pública (mensaje del gobernador del 19 de abril 2020)
2.- Alexander y Giovanni fueron asesinados por la policía municipal de su lugar de origen.
3.- Los tres jóvenes pertenecen a la clase social más desprotegida de nuestro país.
4.- Las agresiones se han llevado a cabo en entidades federativas gobernadas por miembros de partidos políticos opositores al gobierno federal, estos mismos partidos son los que la población del país rechazó con su voto en 2018, tanto en las elecciones de diputados y senadores, como a la presidencia de la república.
5.- En los tres casos son hombres muy jóvenes, dos de ellos casi niños.
6.- Dos de estos casos (el de Ensenada y el de Oaxaca) se difundieron ampliamente casi en tiempo real por los propios medios de comunicación convencionales, prácticamente como si se buscara dar algún tipo de escarmiento a la sociedad. El caso de Giovanni López se supo un mes después gracias a las denuncias públicas de sus familiares, en consecuencia la gente se movilizó porque se descubrió que no ha sido el único caso donde los excesos de la policía ha terminado en la muerte de varios jóvenes. A esto sí que se apresuró el gobierno a responder con una represión terrible porque el gobernador no pudo contener la difusión de la información que evidenciaba el descontento de los jaliscienses con su gobierno.
Después de las coincidencias habrá que analizar las causas de estas agresiones. ¿Qué podría poner en peligro el estado de cosas actual en los estados? ¿Qué control pretenderían consolidar los gobernadores a través del miedo? ¿Por qué establecieron medidas “de cuidado” y de “prevención” de contagios a través de imposiciones y del uso de la fuerza que vulnera aún más a la sociedad aún cuando el Ejecutivo federal no dio estas instrucciones y tampoco el Consejo de Seguridad Sanitaria en nuestro país?
La respuesta que encuentro que es común en todos los casos y en muchos otros que no se mencionaron aquí es: en 2021 México tendrán por primera vez en un solo día elecciones locales en cada entidad federativa donde se renovarán presidentes municipales, diputados federales y quince gubernaturas, por cierto que la gubernatura de Baja California Sur se encuentra dentro de las que serán renovadas. Hay que añadir que por primera vez los diputados federales podrán ser reelectos.
Estas elecciones tienen una importancia singular, de las quince gubernaturas que se renovaran, existen altísimas probabilidades de que un solo partido gane todas las gubernaturas, es el mismo partido con el que ganó el presidente Andrés Manuel López Obrador y es el mismo que tiene la mayoría de diputados y senadores en el Congreso de la Unión. Esto representa un gran riesgo para la estabilidad de cada entidad federativa que tiene gobernadores de partidos opositores al gobierno federal. De ahí la importancia de mantener el control sobre la población e infundirle miedo para que no se atrevan a cambiar el estado de cosas, por eso Giovanni López y Alexander hayan sufrido la misma suerte que Carlos Valdés.
Vocabulario
Coartar.- Limitar o no conceder enteramente algo. (Diccionario de la RAE en línea)
Humillar.- Inclinar o doblar una parte del cuerpo, como la cabeza o la rodilla, especialmente en señal de sumisión y acatamiento. Abatir el orgullo y altivez de alguien. Herir el amor propio o la dignidad de alguien. Hacer actos de humildad. Dicho de un apersona: Pasar por una situación en la que su dignidad sufra algún menoscabo. Arrodillarse o hacer adoración. (Diccionario de la RAE en línea)
Referencia