En el libro de México Insurgente de John Reed, corresponsal de la revista norteamericana Metropolitan, hace una descripción del movimiento revolucionario de 1911 a 1914, siguiendo particularmente a Francisco Villa con la División del Norte.
Como periodista, Reed describe de manera sencilla los usos, las costumbres y el pensamiento de la clase popular que se une al movimiento revolucionario, es decir, escudriñó las causas por las que el movimiento revolucionario se nutrió con gente pobre principalmente, que era seducida por la personalidad y el pensamiento de algunos líderes como Madero, Villa y Zapata.
Fue la necesidad económica y material de subsistir el principal impulso de esta gente, pero no le entregaron la misma fidelidad a todos los líderes revolucionarios. La fidelidad y el aprecio se vinculan profundamente con la personalidad de la figura política a quien siguieron.
Fue la necesidad económica y material de subsistir el principal impulso de esta gente, pero no le entregaron la misma fidelidad a todos los líderes revolucionarios. La fidelidad y el aprecio se vinculan profundamente con la personalidad de la figura política a quien siguieron.
En la Segunda parte del libro México Insurgente, Capítulo II La ascensión de un bandido, Reed dice lo siguiente al respecto de Francisco Villa:
Villa fue un bandolero durante veintidós años. Cuando solo era un muchacho de dieciséis años, repartiendo leche en las calles de Chihuahua, mató a un funcionario del gobierno y se echó al monte. Se dice que el funcionario en cuestión había violado a su hermana ... Eso, en sí, no lo hubiera puesto fuera de la ley por mucho tiempo en México, donde la vida humana vale tan poco; pero, ya fugitivo, cometió el imperdonable crimen de robarle ganado a los ricos hacendados. Desde entonces hasta el estallido de la revolución de Madero, el gobierno mexicano tenía puesto un precio a su cabeza.
Villa era hijo de peones ignorantes. Nunca fue a la escuela. No tenía el más leve concepto de lo complejo de la civilización, y cuando, por último, volvió a ella, era un hombre maduro, de una extraordinaria sagacidad natural, que se encontraba en pleno siglo XX con la ingenua sencillez de un salvaje...
Durante todos estos años aprendió a no confiar en nadie. Cuando hacía sus jornadas secretas a través del país con un acompañante leal, acampaba a menudo en un lugar despoblado y allí despedía a su guía; dejaba una fogata ardiendo y cabalgaba toda la noche para alejarse de su fiel acompañante. Así fue como Villa aprendió el arte de la guerra; hoy, en el campo , cuando llega el ejército para acampar en la noche, Villa tira las bridas de su caballo a un asistente, se echa el sarape sobre los hombros y se va, solo, a buscar el abrigo de los cerros. Parece que nunca duerme. En medio de la noche se presenta de improviso en cualquier parte de los puestos avanzados, para ver si los centinelas están en su lugar; cuando retorna en la mañana, viene de una dirección distinta. Nadie, ni siquiera el oficial de mayor confianza en sus Estado Mayor conoce nada de sus planes hasta que está listo para entrar en acción.
Cuando Madero entró en campaña en 1910, Villa era todavía un bandido. Tal vez, como dicen sus enemigos, vio la oportunidad para exculparse; quizá, como parece probable, lo guió la rebelión de los peones. De todos modos, después de cerca de tres meses de haberse levantado en armas, apareció repentinamente en El Paso y puso su persona, su banda, sus conocimientos y toda su fortuna, a las órdenes de Madero. Las inmensas riquezas que, decía la gente, debía haber acumulado durante sus veinte años de bandolerismo, resultaron ser 363 pesos de plata, muy usados. Villa se convirtió en capitán del ejército maderista, como tal fue con Madero a la Ciudad de México, donde lo nombraron general honorario de los nuevos rurales. Se le agregó a las tropas de Huerta, cuando éste salió al norte para combatir la rebelión de Orozco. Villa era comandante de la guarnición en Parral, y derrotó a Orozco con una fuerza inferior en la única batalla decisiva de la campaña.
Huerta puso a Villa al mando de las avanzadas, para que él y los veteranos del ejército maderista hicieran la tarea más peligrosa y llevaran la peor parte, mientras los viejos batallones de línea federales se quedaban atrás protegidos por su artillería. En Jiménez, Huerta mandó inesperadamente a Villa ante una corte marcial, acusándolo de insubordinación, diciendo haberle telegrafiado una orden a Parral, que Villa manifestó no haber recibido. La corte marcial duró quince minutos, y el futuro y más poderoso antagonista de Huerta fue sentenciado a ser fusilado.
Alfonso Madero, que pertenecía al estado mayor de Huerta, detuvo la ejecución; pero el presidente Madero, obligado a dar apoyo a las órdenes de su general en jefe de la campaña, encarceló a Villa en la penitenciaría de la capital. Durante todo este período, Villa permaneció leal a Madero, sin vacilaciones, actitud sin precedente en la historia mexicana. Por largo tiempo, Villa había deseado ansiosamente tener una educación. No perdió el tiempo en lamentaciones ni intrigas políticas. Se pudo a estudiar con todas sus fuerzas para aprender a leer y escribir. No tenía ni la más mínima base para hacerlo. Hablaba un lenguaje ordinario, el de la gente más pobre, el del llamado pelado. No sabía nada de los rudimentos o la filosofía del idioma, por lo que hubo de empezar por aprender aquellos primero, porque siempre quería saber el porqué de las cosas. Alos nueve meses podía escribir regular y leer los periódicos. Es ahora interesante verlo leer, o más bien, oírlo, porque tiene que hacer una especie de deletreo gutural, un zumbido con las palabras en voz alta, como si fuera un pequeño que apenas puede o empieza a leer. Al fin, el gobierno de Madero hizo la vista gorda ante su fuego de la prisión [en el palacio de Lecumberrí]; bien fuera para evitarle complicaciones a Huerta, dado que los enemigos de Villa habían exigido una investigación o bien porque Madero estuviera convencido de su inocencia y no se atreviera a ponerlo abiertamente en libertad.
Desde ese tiempo hasta que estalló el último levantamiento, Villa vivió en El Paso, Texas, siendo de allí de donde salió, en abril de 1913, para conquistar a México con cuatro acompañantes, llevando tres caballos, dos libras de azúcar y café y una de sal.
En el capítulo VI de la segunda parte del libro citado, titulado Villa y Carranza, John Reed interroga por sexta vez a Villa, por orden de su revista, para saber si tiene interés en ser presidente. A lo que el general contesta:
Soy guerrero, no un hombre de Estado. No soy lo bastante educado para ser Presidente. Apenas aprendí a leer y escribir hace dos años...¿Cómo podría yo, que nunca fui a la escuela, esperar poder hablar con los embajadores extranjeros y con los caballeros cultos del Congreso? Sería una desgracia para México que un hombre inculto fuera su presidente. Hay una cosa que yo no haré: es la de aceptar un puesto para el que no estoy capacitado. Existe una sola orden de mi jefe [Carranza] que me negaría a obedecer si me la diera: la de ser presidente o gobernador.
Imagen tomada de 94-aniversario-luctuoso-del-general-francisco-villa
Vocabulario
Exculpar.- descargar a alguien de culpa (RAE en https://dle.rae.es/exculpar)
Pelado.- antigua forma de denominar a la población de bajos recursos económicos que por su condición, carecía de la educación más elemental.
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